Rafael Espino Guzmán
Soy como un guerrero en el instante de caer
cuando me privas de tu alma.
Sin embargo espero ganar en la otra guerra,
allí donde cualquiera vence al enemigo,
donde las almas se baten por una alianza.
No quiero verme como un viejo abatido,
como un anciano que sueña haberte sido pesaroso.
Quiero verme como un profeta que ve discurrir los hechos
tal como los profiró.
He visto y oído ráfagas de este mundo indescifrable,
lo diáfano y rotundo del orbe,
y no quiero verlo de esa forma al amarte.
Contemplo este segundo decisivo
que es el alma de una vida,
el alma de un guerrero vencido
por la fuerza de tu desamor.
Quién no diera cualquier cosa por tenerte solitaria,
quién no desearía entenderte toda dulcemente
como los vienaventurados.
Pintar tu rostro mientras se mira la luna,
y trazar y un cierto camino
en el que se pose el triste guerrero.
No hayo el fondo de este misterio,
sin embargo, el secreto es mío.
Tú siempre está allí, recóndita, engréida,
y pido seas benigna con los ojos
que contemplan
la más suave de las fragancias.
Por ti yo invoco a Aquél dispensador de milagros
que a algunos auxilia en momentos de desdicha,
y le pido que este mal, que esta aflicción,
no destruya a un mortal guerrero.
Pido que en las noches no interrumpas mis sueños,
que en el día no estés en mi mente.
Eso es lo que pido: es casi todo, es casi nada.
cuando me privas de tu alma.
Sin embargo espero ganar en la otra guerra,
allí donde cualquiera vence al enemigo,
donde las almas se baten por una alianza.
No quiero verme como un viejo abatido,
como un anciano que sueña haberte sido pesaroso.
Quiero verme como un profeta que ve discurrir los hechos
tal como los profiró.
He visto y oído ráfagas de este mundo indescifrable,
lo diáfano y rotundo del orbe,
y no quiero verlo de esa forma al amarte.
Contemplo este segundo decisivo
que es el alma de una vida,
el alma de un guerrero vencido
por la fuerza de tu desamor.
Quién no diera cualquier cosa por tenerte solitaria,
quién no desearía entenderte toda dulcemente
como los vienaventurados.
Pintar tu rostro mientras se mira la luna,
y trazar y un cierto camino
en el que se pose el triste guerrero.
No hayo el fondo de este misterio,
sin embargo, el secreto es mío.
Tú siempre está allí, recóndita, engréida,
y pido seas benigna con los ojos
que contemplan
la más suave de las fragancias.
Por ti yo invoco a Aquél dispensador de milagros
que a algunos auxilia en momentos de desdicha,
y le pido que este mal, que esta aflicción,
no destruya a un mortal guerrero.
Pido que en las noches no interrumpas mis sueños,
que en el día no estés en mi mente.
Eso es lo que pido: es casi todo, es casi nada.
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