sábado, 12 de diciembre de 2009

El Evangelio según San Mateo


El Evangelio según San Mateo
Pier Paolo Pasolini
(Bologna, Italia,
1922 – Ostia, Italia, 1975)


Por: Rafael Espino Guzmán


Título original: Il Vangelio secondo Matteo
Director: Pier Paolo Pasolini
Productor: Alfredo Bini
Música: Luis Enrique Bacalov y
Carlo Rustichell
Reparto: Enrique Irazoqui, Susana Pasolini,
Margherista Caruso, Mario Socrate.
País: Italia.
Duración: 137 minutos.
Color: blanco y negro
Género: drama


El autor
Escritor y realizador cinematográfico. Doctor en letras, escribió poesía, novela, ensayo y obra filológica. Se inició en el mundo del cine trabajando como guionista para Mario Soldati.
En sus primeras películas está influido por el neorrealismo. Afiliado al partido comunista desde 1942, del que es expulsado por su homosexualidad. Siguió su propio camino, sin renunciar nunca a l marxismo.
En 1963 rueda el episodio “La Ricotta”, donde por primera vez trata el tema religioso como cineasta. La segunda etapa de Pasolinivine marcada por dos filmespolémicos fundamentales para su obra: “El Evangelio según San Mateo” (1964) y “Pajaritos y pajarracos” (1965) que expresan el pensamiento del director sobre el marxismo, el catolicismo y sus fantasmas personales.
En el siguiente periodo Pasolini se centra de un lado en el análisis de los mitos de la cultura occidental en los filmes “Edipo Rey” (1967) y “Medea” (1969), protagonizada por María Callas y de la sociedad actual en “Teorema” (1968) y “Pocilga” (1969).
Entre 1971-1974 dirige “El Decamerón”, “Los cuentos de Canterbury” y “Las Mil y Una Noches” de un estilo barroco y de gran belleza donde glorifica al placer y la sexualidad.
Su último filme “Saló a los 120 días de Sodoma”, el más controvertido, es una adaptación del relato de Sade, donde se relaciona el fascismo con el sadismo y fue prohibido en algunos países, pero Pasolini no llegó a verlo estrenado pues fue asesinado en la playa de Ostia, cerca de Roma, en noviembre de 1975.

La película
La acción tiene lugar en los años 0 a 2 y 30 a 33 D.de C. aproximadamente, en Belén, Egipto, Nazaret, lago Tiberíades, Jerusalén y alrededores. Se transcriben hechos y palabras de Jesús de Nazaret, según la versión de San Mateo, comprimida y ajustada a un metraje de unas 2 horas aproximadamente.
Es el tercer largo realizado por Pier Paolo Pasolini, basado en el evangelio de San Mateo. Se rodó en exteriores de la región de Basilicata (Potenza y Matera), el volcán Etna (Sicilia) y Viterbo (Lacio) y en los estudios Incir de Paolis (Roma), entre abril y julio de 1964. Nominado a 3 Oscar, obtuivo el Premio Especial de Jurado de Venecia. Se produjo por Alfredo Bini y se estrenó el 04 de septiembre de 1964 en Italia[1].
Tal película explica una historia dramática. Narrada de manera artesanal, imperfecta y sencilla, pero logra dar un grato sabor de autenticidad y espontaneidad.

Aspectos técnicos de la cinta
Personajes: eso es algo muy caracterítico del rodaje, ya que se utilizan actores muy cercanos al Director, tales como su propia madre que interpreta a la anciana Virgen María, o bien la participación de algunos amigos poetas e intelectuales de Pasolini en los roles de los discípulos.
Lo que más dificultad le causó fue encontrar al que representara a Cristo. Buscaba a alguien enérgico, autoritario, obrerista y revolucionario, que fuera fiel al texto de Mateo. Lo encontró por casualidad en un estudiante catalán de 19 años, Enrique Irazoqui, que buscaba entrevistar al cineasta por su libro “Ragazzi di vita”.
Los actores no son profesionales en su mayoría. Sin embargo la expresividad de María y José demuestran la poesía de Pasolini: no hacían falta palabras ni música. Ellos dos nos introducen a la emoción y nos transportan a la vivencia realista de los hechos.
Por parte del protagonista se destaca su ausencia de ajustes a lo tradicional. No usa cabellera larga como las tradicionales, usa cabellos cortos y es de complexión simple en contradicción con las formas atléticas al uso. No habla con el tono de un predicador religioso, sino con la fuerza y el vigor propios de un líder obrerista, ni se muestra altanero.

La fotografía: sería un tema a tratar con especial estudio: así como en otras películas de Pasolini, en el “Evangelio según San Mateo” hay una cierta inspiración en la pintura del siglo XV. Su búsqueda por filmar realismo popular le conduce a tomar elementos de las pinturas del Greco, de Piero della Francesca y en los cuadros bizantinos…
Las principales características que ofrece el film son los primeros planos, primerísimos planos, planos generales de lejanía, encuadres sencillos y barridos descriptivos.Siempre tratando de subrayar la aridez del paisaje, la soledad del personaje, las expresiones tanto despóticas y autoritarias de Herodes o las agraciadas sonrisas de los niños que festejan alrededor de Jesús.

Movimientos de cámara: Muestra detalles, hace movimientos que conducen al sentido de espontaneidad y sobre todo evita el uso del zoom. Las contrapicadas las utiliza para dar realce a la figura de Jesús, de manera especial cuando se encuentra en el monte de las vianaventuranzas: evita tomar en cuenta el público que le escucha y se enfoca a destacar la preponderancia de sus palabras. El uso de las tomas en picada se utilizan para lannzar el mensaje a la muchedumbre y las contrapicadas para proporcionar sentimiento de recepción por parte de quien escucha el mensaje.
Por otra parte utiliza ciertos giros bruscos que dan originalidad y subjetivismo a la película. Los barridos normalmente son en función descriptiva. La mayoría de las figuras aparecen enteras o representadas como medias figuras. El uso de la cámara responde sobre todo a la idea de presentar imágenes que reflejan inspiración en la pintura. “La película en blanco y negro transcurre intercalando estos elementos de manera constante, buscando la plena implicación del espectador”[2].
Usa los travelling para mostrar una panorámica lenta para evitar los signos de la lengua o de la música.

Música: la música es coordinada por C. Rusticelli y L.E. Bacalov. Incluye fragmentos de Bach (“Pasión según S. Mateo”, “Agnus Dei”, 2 conciertos), Prokofiev (“Cantata de Alexander Nevski”), el “Gloria” de la Misa Luba y el espiritual negro “Sometimes I Feel Like Motherless Child”[3], entre otras menos significativas.
La manera de compaginar la ausencia de sonido con el uso de música es escepcional. Primero porque la música la utiliza en momentos muy precisos, allí donde el ambiente exige una melodía para acompañar el suceso. Por otro lado, la ausencia de música es con verdadero motivo, recordemos el inicio de la película –cuando José se aleja triste por la notica del embarazo de María–, no se recurre a ningún fondo, ni a diálogo siquiera. La imagen se encarga de representar el hecho y lo hace de mejor manera con la ausencia de música y sonido, logrando en el expectador el sentimiento de soledad y abandono que se requiere, incluyendo el valor que que se ocupa para introyectar en la película.

El tema central del film
La película trata de una adaptación sobre el Evangelio de Mateo que contiene la Biblia. “Pasolini pretende la figura de un Cristo popular y resistente, con un discurso sin melancolías: ataca a todo aquel que intente ponérsele en el camino de su misión, más como hombre que como una entidad divina”[4].
La intención del director es adaptar el Evangelio para el pueblo, entendido como clase social. Se parte de un contexto y pensamiento del director, marcado por aspectos de comunismo y homosexualidad, que le conducen a cierto revolucionismo, ya sea tanto en el aspecto personal como social.
En el papel de Jesús no se busca representar a un martir, como en la mayoría de las películas de este tipo; se quiere transmitir un mensaje sin importar las consecuencias. Los duros debates de Jesús con el Sanedrín dibujan una personalidad fuerte, llamada a ser el portavoz de la salvación de los hombres. Es un líder que no necesita de la majestuosidad de sus milagros ni de la aprobación del prójimo. Necesita que su mensaje sea escuchado y tomado como la única verdad. Manifiesta una desobediencia civil y revolucionaria.
Se trata de un juego entre lo sacro y lo revolucionario. Aquello que una y otra vez vemos acontecer en la realidad, lo que muchas sociedades padecen a lo largo del devenir histórico. Ya lo decía el mismo Pasolini: “Yo solamente sé esto, que estaba desesperado por la necesidad de ser sincero… en la necesidad de referirme a la actualidad”[5]… El director expresa en la cinta su visión de la historia. No una perspectiva en retroceso sino una demostración de lo ocurrido en el pasado desde un punto de vista actual. Representa el mundo rural del sur de Italia con un mundo pastoral y agrícola feudal de los hebreos; los policías o sistemas represivos del gobierno italiano y otros países más con los soldados romanos durante la predicación de Jesús; las hordas fascistas con los soldados de Herodes antes del exterminio de los santos inocentes; y los prófugos de tantos dramas del mundo moderno con la huída de José y la Virgen.
Es la necesidad de ver el Evangelio con ojos de la actualidad y ser fiel al mismo tiempo al texto original y la figura de Jesús. El director busca sobre todo mostrarnos un mundo análogo.


¿Cómo es que un ateo, marxista y homosexual ruede una película católica?
Aunque nos parezca extraño, Pasolini tenía estas tres características. Se sabe incluso que su opción y posicón homosexual le causó que le despidieran de los grupos comunistas y que, según se piensa, fuera una posible causa de su asesinato.
Con “El Evangelio según San Mateo”, Pasolini rompe con su trayectoria anterior que deja mucho por desear: era un reconocido ateo. Ya en 1963, un año antes de rodar la cinta católica, fue condenado a cuatro meses de cárcel por sus posiciones anticlericales en el film Ro.Go.Pa.G. al presentar el pasaje bíblico en una lectura marxista (consecuentemente con su ideología de izquierda). Y lo más sorprendente aún, fue que el propio Vaticano en el año 1999 declara a su producción como una de las mejores películas del siglo XX por su retrato de las escrituras y de la figura de Jesús.
La última película de Pasolini, antes de su inesperado asesinato, viene a superar el impacto de un personaje tan controversial. Con el título “Saló o los 120 días de Sodoma”, donde se traslada la acción de la clásica y provocativa novela del Marqués de Sade. Pasolini con ésta última da un giro enorme: deja atrás su inclinación por lo religioso y se centra en las humillaciones y torturas sexuales que por nada del mundo soportaría la Iglesia Católica. ¿Dónde quedaría aquel gesto en el que Pasolini dedica una rodaje al Papa Juan XXIII? ¿No será que sólo se valía de elementos tajantes para lograr impactar? ¿Cómo hizo incluso para que como militante comunista contara una historia religiosa?
Ya los los ataques al “Evangelio” de parte de los marxistas nos dejan ver a un director de cine rechazado no sólo por un grupo, sino por varios…

Conclusión
Pasolini definitivamente es un director que rechaza todo tipo de dogmatismos, sin embargo defiende su postura ante ciertos elementos revolucionarios que busquen el bien social, no importa de la corriente de la que provengan. Será rechazado por unos y criticado por otros, pero a pesar de ello logra atraer a una gran cantidad de espectadores haciéndoles ver que no sólo se trata de pertener a una u otra corriente, sino luchar por el cambio de esquemas y la movilidad.
Pasolini, con su película “El Evangelio de Mateo” no sólo manifiesta pensamiento, acude a los grandes clásicos de la pintura y los introyecta en el cine. Por otra parte hece de este film una verdadera expresión religiosa, de manera especial para aquellos católicos que gusten de ver algo fiel a las Sagradas Escrituras.


[1] Tomado de la página en Internet: http://www.filmaffinity.com/es/userreviews/3/178257.html
[2] Wolfgang EISENHUTH. El Evangelio según San Mateo. Una adaptación cinematográfica de Pier Paolo Pasolini. Univeristat Autònoma de Barcelona, Julio de 2008.
[3] Tomado de la página en Internet: http://www.filmaffinity.com/es/userreviews/3/178257.html
[4] Basado en el texto: http://cineparasentir.blogspot.com/
[5] Wolfgang EISENHUTH. El Evangelio según San Mateo. Una adaptación cinematográfica de Pier Paolo Pasolini. Univeristat Autònoma de Barcelona, Julio de 2008, Pág. 57.

domingo, 1 de noviembre de 2009

¿De dónde proviene el poder de las palabras?


Rafael Espino Guzmán

Supongamos por ejemplo que, viendo un barco en construcción, me aproximo a él y rompo una botella suspendida en el casco, y en voz alta proclamo: “Bautizo este barco con el nombre de José Stalin”. Y que, por estar completamente seguro de lo que he hecho, de un puntapié hago saltar las trabas que lo sujetan. Lo latoso es que yo no era la persona designada para proceder a ese bautismo…

J. L. Austín. Quand dire c est faire.

Siempre he pensado que el poder de las palabras se haya en las propias palabras, es decir, allí donde el poder no está: en efecto, la capacidad de ilocución, de las expresiones, no puede encontrarse nunca en las palabras mismas, ni en los preformativos.

El poder de las palabras sólo es el poder delegado del portavoz y sus palabras. Son sólo un testimonio, garantía de delegación del que ese portavoz está investido. Mucha razón tenía Austin y Habermas sobre tal cosa. Entiendo con ellos que la autoridad del lenguaje llega desde fuera. El lenguaje sólo representa esta autoridad, la manifiesta, la simboliza. El sacerdote, el maestro, toman potestad desde la posición que ocupan en un campo determinado.

A pesar de que en el uso del lenguaje se implica la manera y la materia del discurso, siempre depende de la posición social del interlocutor, obtenida por él mismo o dada por alguna institución superior.

Hace tan sólo dos días me encontraba en los corredores de una plaza. Platicaba entusiasta con una familia del lugar. Se trataba de cosas comunes, aparentemente simples, como aquellas que solemos hacer con alguien que nos es familiar. Nunca les comenté que era religioso –lo que muchos prefieren llamarle “seminarista” –.

Entre el diálogo que manteníamos me propuse expresar aquella adivinanza que en otros momentos ha obtenido gran aceptación y ha sido causa de risas. Lo más sorprendente es que no hubo alguna respuesta similar a la que me esperaba. No causó ninguna gracia para aquellos que me escuchaban.

Poco tiempo después, dado que el sacerdote de la parroquia me había concedido hablar a la asamblea –pues era el motivo por el que me encontraba en ese lugar–, acudí de nuevo a mi adivinanza. El público se sacudió a carcajadas, incluyendo aquellos que hacía sólo unos instantes habían sido partícipes del mismo discurso.

Me arrebató inmediatamente la idea aquella donde el portavoz delega todo el valor de lo que se expresa, poco importando el material y la estructura de lo dicho. Fue allí donde mi vaga idea se derrumbó y tomó valor el hecho en el que la persona es la fuente dadora de poder de nuestras palabras. “Las palabras conmueven…, los hechos arrasan…”, decía un amigo cercano…

jueves, 29 de octubre de 2009

John Locke

Un pensamiento cierto en cierto contexto

Rafael Espino Guzmán

Introducción
La mayoría de conceptos políticos fundamentales han sido objetos de profundas y largas discusiones. En el pensamiento político contemporáneo estas discusiones han dado origen a teorías diferentes. Por ello es de suma importancia considerar el ambiente en que se desarrolla todo pensamiento, pues no es posible embonar cosas de distintas procedencias. Esto puede ser causa de muchos errores que la historia considera imperdonables.

El propósito de este ensayo es doble: por una parte recordar la atmósfera histórica de John Locke y segundo mostrar que su pensamiento estuvo influenciado por un contexto muy característico.

Un hombre bajo la preponderancia de una monarquía absoluta
Wrington Inglaterra 1632[1]. Nace un hombre que vive bajo los efectos de una preponderancia de la monarquía absoluta. Un ambiente semejante que me recuerda al de aquella película que muestra la vida de dos muchachas envueltas en el mundo peligroso y excitante de la vida cortesana: “La otra reina” de Justin Chadwick. Allí donde el poder ya no viene de Dios como en la Edad Media sino que el pueblo lo confiere al monarca que asume el mando. Los movimientos de la Reforma y Contrarreforma que dividen religiosamente a toda Europa. Una Inglaterra también dividida por el autoritarismo de Enrique VIII que asume la presidencia de Estado y religión. Allí donde el espíritu crítico admite la razón y la experiencia como las dos únicas vías de conocimiento; donde triunfa la nueva ciencia, la autonomía del saber racional, el triunfo de las ciencias experimentales que abarcan el nacimiento de la Revolución Industrial; donde se da la primacía del hombre y sus derechos (libertad e igualdad). El nuevo mundo en el que las universidades comienzan a manifestar su descontento de estar sometidas al poder eclesiástico tanto católico como protestante.

Occidente se halla en una edad de revoluciones (industrial, social, política). Hay una creciente participación de los gobiernos en la ayuda a la educación, se reemplaza las creencias convencionales con posibilidades incitantes de desarrollo futuro. Se promueven varias reformas pero sin demasiado éxito por la oposición del clero, de la nobleza y de los propios destinatarios.

Allí aparece John Locke, hijo de un abogado calvinista con buena situación económica, dependiente de una familia parlamentaria. Futuro estudiante en la Universidad de Oxford, que opta por el estudio de la medicina al verse distante del estudio de carreras clericalistas de aquellos tiempos. Esto último lo conduce a realizar un hecho fortuito que cambiaría completamente el curso de su existencia. En 1666, el terrible año del incendio de Londres y la plaga, Locke conoce casualmente a Lord Ashley, figura política clave en la corte de Carlos II, que posteriormente sería conocido como el primer Earl de Shaftesbury. El noble inglés, a causa de una hazaña científica de su doctor Locke lo nombra Fellow de la Royal Society. Comienza una nueva etapa para el pensador que dejaría grandes secuelas en las ideologías futuras, de especial modo en la filosofía política…

Bajo este contexto se entiende con claridad su escrito “Sobre la tolerancia”: el autor se atreve a defender políticamente el derecho a disentir en materias religiosas que se ven llenas de confusiones. Un giro importante desde una posición bastante conservadora en asuntos religiosos en aquel entonces. Locke argumenta que el deber cristiano es corregir desviaciones e imponer la uniformidad religiosa, si es necesario mediante el uso de las armas. Locke concluye que la tolerancia es impracticable, y que en definitiva sólo conduciría a la guerra civil. Los tiempos difíciles se mostraban para aquellos que no comulgaban con las creencias anglicanas. “El estado de naturaleza toma vigor en el sentido de sus dos características básicas: libertad perfecta e igualdad. Respecto de la primera afirmaba que teníamos la libertad perfecta para ordenar nuestros actos y para disponer de nuestras propiedades y de personas como mejor nos parezca, dentro de los límites de la ley de la naturaleza sin pedir permiso o depender de la voluntad de cualquier otro hombre”[2]. Esto contrariaba el pensamiento del poder, pero de cierta manera legitimizaba el uso libre de propiedades de aquellos que las tenían.

Esta era la turbulenta atmósfera que rodeaba a Locke. Era el regreso a las guerras religiosas, a las ya conocidas y terribles consecuencias del dogmatismo llevado al fanatismo extremo. El problema de la tolerancia entre las diferentes iglesias, y de la relación entre el Estado y la Iglesia en asuntos de libertad religiosa.

“Locke decía que nadie dañara a otros en su vida, salud, libertad o posesiones. Y si por alguna razón se llegara a transgredir este privilegio, para ello estaría el Estado, la ley para velar por que se cumplan el orden. Es aquí donde radica la justificación de la restricción de la libertad individual, entendida como el poder de gobernarse a sí mismos y el poder de ejecutar la ley de la naturaleza, a cambio de la seguridad. La primera implica una renuncia parcial y de transformación y la segunda es la delegación total en efecto”[3]. Separa todo un pensamiento de acuerdo a los poderes que había logrado la unión del poder de Estado y la Iglesia…

“Buscaba lograr otro tipo de libertad (oponiéndose a las opresiones del poder): aquella en la que los hombres del estado civil la logran de forma positiva, colectiva y pública de gobernarse a través de leyes consensualmente aceptadas, y de forma negativa en la que cada uno de ellos no está sometido a ninguna otra ley o voluntad que la legítimamente establecida”[4].

Dios nunca había dado superioridad a algunos hombres sobre otros, el poder político es un derecho a hacer leyes, es naturaleza de los hombres por ser iguales e independientes… “sólo se puede acudir al designio providencial si no tenemos la confianza general, el pacto y el pueblo; cuando los virtuosos no confíen en la coincidencia de su propio juicio”[5]… un pensamiento cierto en un cierto contexto.

Bibliografía:
MONTES L., Leonidas. 2004, De la tolerancia, su contexto y una posible relación con el “nombre general” de propiedad en John Locke, Chile: Universidad Adolfo Ibáñez, Revista de Ciencia Política, Vol. XXIV, No. 2, págs. 142-158.
VÁRNAGY, Tomás. El pensamiento político de John Locke y el surgimiento del liberalismo en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/moderna/cap2.pdf.
GUTIERRES CASTAÑEDA, Griselda. 1995, Diálogos sobre Filosofía Política, México: UNAM, Pp. 180.
DUSO, Giuseppe. 2005, El poder, México: Siglo XXI, Pp. 404.

[1] Para este parágrafo, en lo que se refiere a datos históricos, se utilizan las siguientes fuentes: MONTES L., Leonidas. 2004, De la tolerancia, su contexto y una posible relación con el “nombre general” de propiedad en John Locke, Chile: Universidad Adolfo Ibáñez, Revista de Ciencia Política, Vol. XXIV, No. 2, págs. 142-158; VÁRNAGY, Tomás. El pensamiento político de John Locke y el surgimiento del liberalismo en: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/moderna/cap2.pdf.
[2] GUTIERRES CASTAÑEDA, Griselda. 1995, Diálogos sobre Filosofía Política, México: UNAM, Pág. 72.
[3] Ibidem, pág. 77.
[4] DUSO, Giuseppe. 2005, El poder, México: Siglo XXI, Pág. 129.
[5] Ibidem, pág. 139.

martes, 13 de octubre de 2009

El Guajolote

El ave señorial de la navidad
(Una aportación de México al mundo)




Rafael Espino Guzmán



Una de las épocas del año en que nuestra cultura nos orienta hacia lo más tradicional en el terreno de los alimentos es la Navidad. Entre los platillos que más se acostumbran tanto para la cena de Nochebuena como para el Año Nuevo está el pavo. Los mexicanos lo conocemos de manera general con el nombre de guajolote, aunque existen también otras formas de nombrarlo, según sea el lugar, como por ejemplo en la zona norte del país como Durango, Chihuahua y Aguscalientes se le llama cócono; huilo en el estado de Hidalgo y alrededores; pípila en la zona del bajío, o totol en zonas del centro y sur del país.

Historia
Su nombre proviene del vocablo Huéxolotl, del cual resultan dos significados posibles: el primero se refiere a huey (grande) y xólotl que se refiere a bufón, payaso o chistoso, literalmente significaría “ave chistosa”.

Según investigaciones arqueozoológicas del siglo XVI, en México antiguo se domesticaron diversos animales debido a la extinción de algunas especies. Los hombres de aquellos tiempos cambiaron los patrones de subsistencia y dependieron más de las plantas y de la fauna restante. En el valle de Tehuacán, en el 3200 a.C., aparecieron los primeros registros de domesticación de perros, y en el 180 d.C., los del guajolote. Otros datos afirman que la cultura maya fue la primera en domesticar al guajolote salvaje, casi dos mil años antes de los aztecas.

Los antiguos mexicas consideraban al pavo como alimento ceremonial por excelencia. Sacrificar el guajolote al dios Chalchiuhtotolin lo convertía en alimento divino; era alimento que nutría no sólo el cuerpo, también el espíritu y el alma. Se le reconocía además por su carácter real y noble que lo colocaba como el ave señorial del patio de los palacios.

Los españoles durante la Conquista no lo llamaban guajolote sino gallina. Lo asemejaban con el pavón, ave grande, de la familia de las gallináceas:

“…Las gallinas de estas tierras y los gallos se llaman totolin. Son aves domésticas conocidas, tienen una cola redonda y plumas en las alas, aunque no vuelan; son la mejor de las carnes de todas las aves; comen maíz mojado cuando pequeñas, y también bledos cocidos y molidos y otras yerbas; ponen huevos y sacan pollos. Son de diversos colores, unos blancos, otros rojos, otros negros y otros pardos; los machos se llaman huéxolotl y tienen gran papada y gran pechuga, tienen grandes pescuesos y unos corales coloridos; la cabeza la tienen azul, en especial cuando se enojan, son cejuntos (cejijuntos); tienen un pico de carne que les cuelga sobre el pico… la gallina hembra es menor que el gallo, es bajuela, tiene corales en la cabeza y en la garganta. Es muy sabrosa su carne; es corpulenta, y sus pollos mételos debajo de sus alas, y da a sus hijuelos de comer buscándoles gusanillos y otras cosas…”.

Así fue la primera descripción del guajolote en el Nuevo Mundo, realizada por el siempre venerable fraile Bernardino de Sahún en 1527, en su Historia General de las Cosas de la Nueva España (Libro XIII).

Hay investigadores que afirman que el pavo llegó a España con Don Vasco de Quiroga en 1498, en tanto que otros aseguran que fue Pedro Núñez quien lo llevó a Galicia en 1499. A principios del siglo XVI, los misioneros jesuitas fueron los primeros en dedicarse a su crianza en una granja de Bourges. Por su parte, los estadounidenses pensaron que el origen de este animal era Turquía, por eso lo llamaron turkey.

El guajolote hoy
El pavo o el guajolote es un orgullo de México y de América, y es también un regalo para el mundo. Año con año es el platillo central en la celebración de Navidad de muchas familias, dado que es seleccionado, criado y producido para la festividad.

Se consume actualmente tal y como se hacía hace cientos de años, ya que es un animal muy valorado por la calidad de su carne. Se le aprovecha además el huevo y con sus plumas se hacen útiles plumeros.
Hay infinidad de recetas para prepararlo, pero sin duda la más suculenta es una mexicana. Es la receta del “Mole poblano de guajolote”. Esta delicia de platillo nació en el convento de las monjas dominicas de Santa Rosa, en la ciudad de Puebla. Es un platillo con muchos ingredientes, en donde se combina lo dulce con lo salado, el chile con el chocolate. Una verdadera delicia culinaria de fama internacional

sábado, 26 de septiembre de 2009

La educación para la acción


Rafael Espino Guzmán

“Siempre que hay virtud, hay conocimieto.
Siempre que hay conocimiento, hay virtud”.
(Sócrates)

Introducción
Me permito traer a cuestión un hecho que años atrás experimenté en mi pueblo natal. Se trata de una realidad que aún nos envuelve en la vida política de nuestro país. Muchos de los que se postulan para gobernantes nuestros no tienen las condiciones necesarias para hacerlo. Me refiero a aquellos que carecen de conocimientos previos que respaldan cualquier profesión o actividad con repercusiones sociales.
Mi paisano –permítanme referirme a él así y no por su nombre – no contaba siquiera con los estudios de primaria y obtuvo la presidencia municipal a la vista de quienes conociamos su formación. No era de dudarse que en su cargo de gobierno mostrara un sin fin de carencias... su biografía se muestra casi surrealista al igual como sucede con una reciente figura en la politica nacional: Rafael Acosta Ángeles, alias “Juanito”, quien hoy día tiene a su cargo la delegación de Iztapalapa, pese a su carente preparación educativa y la inexistente carrera en el servicio público...
¿Dónde está la responsabilidad social? ¿Son este tipo de personas quienes merecen gobernarnos? ¿Qué puede esperarse de una sociedad que tiene como representantes a personas sin la preparación adecuada? ¿No es esta una realidad que vemos constantemente en la política mexicana?

La educación para la política según Sócrates
Los dioses en la antigüedad no concedían nunca a los mortales ningún verdadero bien sin el esfuerzo y sin una seria pugna por conseguirlo. Sócrates, uno de los más grandes filósofos de la historia, presenta como ejemplo simbólico de esta concepción a la Paideia, la educación. Concibe el proceso interior de cultivarse mediante la transferencia de la imagen de una polis bien gobernada al alma de un hombre.
El conocimiento, para poseerlo o no poseerlo no es asunto de simple don congénito; los hombres no vienen al mundo sabiendo, no nacen en posesíon de algún conocimiento, tienen que adquirirlo[1]. Si se requiere conocer las artes del buen gobierno, no basta con quererlo, sino de cumplirlo efectivamente.
El problema de la educación de los gobernantes constituye el tema de un largo diálogo con el filósofo Aristipo de Cirene. La premisa fundamental de que arranca Sócrates es la de que toda educación debe ser política: tiene que educar al hombre, necesariamente, para una de dos cosas: para gobernar o para ser gobernado. La diferencia entre estos dos tipos de educación comienza a marcarse ya desde la alimentación. El hombre que haya de ser educado para gobernar tiene que aprender a anteponer el cumplimiento de los deberes más apremiantes a la satisfacción de las necesidades físicas. Tiene que sobreponerse al hambre y a la sed. Tiene que acostumbrarse a dormir poco, a acostarse tarde y a levantarse temprano. Nungún trabajo, por gravoso que sea, debe asustarle... quien no sea capaz de todo esto está condenado a figurar entre las masas de los gobernados[2].
Sócrates designa esta educación para la abstinencia y el dominio de sí mismos con la palabra griega ascesis. Se trata el cuidado del alma, en virtud del hombre destinado a mandar, cuya misión política se basa en una buena educación para ejercer un gobierno sobre los demás.

Del cultivo del alma a la vida práctica
Socrates, entre sus muchas cuestiones, se refiere al tema del alma. No utiliza tal palabra con el sentido que nosotros le damos. La entiende como aquella dimensión del hombre que tiene como función el “conocer”, captar las cosas tal como son realmente, y por consecuencia “saber”, particularmente lo que es bueno y lo que es malo, y “dirigir” y “gobernar” las acciones de un hombre de manera que lleven a una vida que evite el mal y logre el bien (sin considerar la división que más tarde Platón haría de alma-cuerpo). A Sócrates lo que le interesa es “hacer el alma tan buena como sea posible”, lograr el conocimiento de la existencia tal como es realmente y basar la propia conducta moral en un verdadero conocimiento de los valores morales. En ambas esferas lo que debe superarse es poner la mera “opinión”, la “fantasía”, las suposiciones que no pueden justificarse como verdaderas, en el lugar del conocimiento. Así como la ciencia se arruina por la confusión de la fantasía con el hecho, así la vida práctica se echa a perder por una falsa estimación del bien.
Lo que interesa entonces para Sócrates es la virtud, la excelencia moral, aquello que es idéntico al conocimiento. No se trata de una virtud “vulgar”, aquella que es una simple imitación ilusoria de la verdad –como la que muchos gobernantes poseen–; se trata de una verdadera virtud que es cuestión de convicción apasionada, de conocimiento personal de los verdaderos valores morales. Con ello el conocimiento real de lo bueno para el alma se desplega por sí mismo en una actutud hacia todas las situaciones de la vida, y de esta suerte en la vida del que nos gobierna.

La virtud es un saber, y el saber se vuelve virtud
Cuendo Sócrates se refiere a que la virtud es un saber, es porque la acción implica un discernimiento reflexivo; implica un trabajo de ascesis intelectual, capaz de hacernos llegar a la definición de aquello cuyo servicio es indispensable que nos pongamos. Por ello uno no se puede comprometer a la vida pública sin preparación previa[3].
Con esto el mérito de un Estado, y de sus hombres públicos, depende, a los ojos de Sócrates, por completo, del grado en que la vida nacional se basa en una auténtica escala del bien lograda a partir de el cultivo de la virtud y la razón.
La debida organización de la sociedad sería aquella en la que la situación y la función social de cada individuo es determinada por por la naturaleza de la obra que sus aptitudes, carácter y sobre todo del entendimiento. Este es precisamente el ideal encarnado en el boceto de la ciudad ideal que llena los libros primeros de la República de Platón[4] (haciendo alusión a aquella idea donde Estado ideal es aquel en el que cada quien realiza lo que le corresponde hacer de la mejor manera posible).

No basta el hacer, se requiere “saber hacer”
Pero, ¿para qué el saber? En realidad una profesión no es un simple “hacer”, sino un “saber hacer” que implica el sentido y la utilidad de lo que se hace. Sócrates ya lo decía al respecto: “Sabio no es sólo el que sabe hacer un discurso, sino quien sabe, además, qué es un discurso, a quién sirve y si es conveniete o no hacerlo”. No por nada los sofistas, maestros oradores, que pretendían dirigir a los demás con discursos sin saber siquiera dirigirse a ellos mismos, se sienten agredidos por el filósofo.
Se trata pues de un saber que se depura hasta hacer de él una extensión y ponerlo al servicio de los otros. Y más que un saber en términos de poseer información e inteligencia, se trata de un pensar y pensar bien[5]. “Siempre que hay virtud, hay conocimiento”, “siempre que hay conocimiento hay virtud”: lo que se espera de fijo del intelecto es nada menos que el bien. ¿Acaso no decimos que nuestras peores faltas fueron un “error”, una “equivocación”? Es esa la amenaza de quienes gobiernan sin conocimiento.
Todo hombre debe dar a la existencia un sentido inteligible, una justificación. Sos obras si no se guían por ese sentido se vuelven ciegas[6].

Conclusión
No basta ocupar un cargo, como se refiere Sócrates, se necesita sobre todo el carácter de un conocimiento que respalde cualquier actividad que se refiera o implique repercusiones sociales. No se trata sólo de actuar por intuición, ni de poner en manos de la práctica un conocimiento que debe anteceder a quienes nos gobiernan, pues al momento de obtener el cargo de gobernantes se debe desplegar la práxis en el bien común con la eficacia que exige una actividad de organización o representación pública. Hace falta en nuestro sistema político parámetros que avalen a aquellas personas que se postulan para el gobierno. No basta el “hacer”, se requiere “saber hacer” para un México mejor.

[1] TAYLOR, A. E. El pensamiento de Sócrates. FCE, México D. F., 1969, Pp. 151.
[2] WERNER, Jeager. Los ideales de la cultura griega. FCE, México, 1992, Pp. 1151.
[3] BRUN, Jean. ¿Qué sé? Sócrates. CNCA, México, 1995, Pp. 131.
[4] TAYLOR, A. E. El pensamiento de Sócrates. FCE, México D. F., 1969, Pp. 151.
[5] BILBENY, Norbert. Sócrates, el saber como ética. Península, Barcelona, 1998, Pp. 137.
[6] BRUN, Jean. ¿Qué sé? Sócrates. CNCA, México, 1995, Pp. 131

lunes, 14 de septiembre de 2009

¿Sabemos lo que festejamos?


Rafael Espino Guzmán

En un viejo hormiguero se solía hacer una gran fiesta a mediados de año. Todas las hormigas esperaban ansiosamente esta fecha, porque era la única oportunidad en la que suspendían su afanosa tarea, y no sólo eso, además era un momento en el que comían hasta saciarse de sus provisiones. Decoraban con pepitas hermosas la bóveda del hormiguero, organizaban concursos varios, preparaban obras teatrales, conseguían los mejores músicos para el momento. Era un evento magnífico que muchos otros hormigueros deseaban tener.

El día de la celebración se realizó todo según la costumbre. Se deleitó el hormiguero completo con los suculentos platillos; gozaron de los hermosos regalos; bailaron alegremente.

Al momento del brindis una de las hormigas más respetables dio un discurso. Cuando ésta casi acababa, una hormiga pequeñita interrumpió:
–¿Qué es lo que festejamos?, preguntó la pequeña.

Todas quedaron paralizadas. Era lógico que muchas de ellas supieran el motivo de la fiesta, pero la pregunta que dio a flote daba evidencia que habían borrado de su memoria el motivo del festejo, y peor aún, olvidaron educar a las pequeñas hormigas sobre lo el origen de tal costumbre. “Mamá-hormiga”, quien cumplía años, estaba en uno de los rincones del hormiguero y muy pocos habían acudido a felicitarle... Cada año festejaban, pero a decir verdad, se olvidaban de lo fundamental de la fiesta…

Muy probablemente a nosotros nos suceda lo mismo en varias celebridades. Puede que participemos en muchas fiestas sin tener en consideración los motivos que dan pie al evento. Si esto es así, entonces es una buena oportunidad para reflexionar.
El Calendario Litúrgico de la Iglesia Católica nos marca ciertas celebraciones, las cuales debemos vivirlas intensamente para hacer más gozosa nuestra fe.

Muchos elementos que no corresponden a nuestra religión puede que desvíen el verdadero significado de nuestras conmemoraciones. Por ello debemos estar atentos para no desaprovechar tanta riqueza que resulta de las mismas.

martes, 1 de septiembre de 2009

Como un guerrero

Rafael Espino Guzmán
Soy como un guerrero en el instante de caer
cuando me privas de tu alma.
Sin embargo espero ganar en la otra guerra,
allí donde cualquiera vence al enemigo,
donde las almas se baten por una alianza.

No quiero verme como un viejo abatido,
como un anciano que sueña haberte sido pesaroso.
Quiero verme como un profeta que ve discurrir los hechos
tal como los profiró.

He visto y oído ráfagas de este mundo indescifrable,
lo diáfano y rotundo del orbe,
y no quiero verlo de esa forma al amarte.

Contemplo este segundo decisivo
que es el alma de una vida,
el alma de un guerrero vencido
por la fuerza de tu desamor.

Quién no diera cualquier cosa por tenerte solitaria,
quién no desearía entenderte toda dulcemente
como los vienaventurados.
Pintar tu rostro mientras se mira la luna,
y trazar y un cierto camino
en el que se pose el triste guerrero.

No hayo el fondo de este misterio,
sin embargo, el secreto es mío.
Tú siempre está allí, recóndita, engréida,
y pido seas benigna con los ojos
que contemplan
la más suave de las fragancias.

Por ti yo invoco a Aquél dispensador de milagros
que a algunos auxilia en momentos de desdicha,
y le pido que este mal, que esta aflicción,
no destruya a un mortal guerrero.

Pido que en las noches no interrumpas mis sueños,
que en el día no estés en mi mente.
Eso es lo que pido: es casi todo, es casi nada.

miércoles, 29 de julio de 2009

El mundo y nuestro conocimiento


Rafael Espino Guzmán

Todo principia en el propio mundo, en la evidencia de lo mirado desde el sentido común y su posibilidad. El proceso de conocimiento tambien parte de allí, el propio mundo es todo un principio, nuestro formador, el caliz de nuestra savia, el continente de nuestro contenido.

Del propio mundo iniciamos el camino del conocimiento, hacia él regresamos de vez en vez; en ocaciones nos alejamos en forma permanente. El propio mundo siempre está allí, se mueve con lógicas que no nos incluyen; todo el tiempo como un componente fundamental.

Nosotros también nos movemos, cuando parece que nos hemos marchado de un mundo propio aparece otro; siempre habitamos en alguno, no podemos existir fuera de él.

A veces el mundo se mueve y no nos damos cuenta, parece lo mismo; a veces nuestra mirada es distinta y el mundo parece otro. Los tránsitos de los reflujos de lo interior y lo exterior conforman la diversidad y la sensación del tiempo.

Nuestro marco de experiencia depende del propio mundo; lo demás se resuelve, se ordena, se entiende, se siente en referencia del primado constitutivo de lo que somos, de donde somos.

El tiempo y el espacio traman la urdidumbre del acontecer; el acontecer constituye nuestra presencia y define nuestra realidad. El conocimeinto de nuestro mundo permite establecer contacto con otros que muchas veces creamos, todo en el marco relacional.

El movimiento hacia lo invisible, hacia lo improbable y aparentemente imposible, parte del propio mundo. Desde allí el conocimiento es creador de lo que antes no existía. El interior se vuelve más poderoso cuando establece contacto con el exterior.

lunes, 6 de julio de 2009

En lo que resta del año


Rafael Espino Guzmán

Finalizaba la diversión, mis vecinos y yo habíamos pasado largo rato jugando en la calle. Era un domingo en la noche, mis padres llegaban de Misa y me pedían que entrara a casa para descansar.

Me despedí de “Carajo”, un vecino que no requiere descripción, pues su apodo basta para conocer alguna de sus características. Cuando me abalanzaba hacia el interior de mi casa escuché que Lulú me dijo: “No olvides la tarea, la maestra se enojará aún más con tus papás si le fallas mañana…”. No tomé tanto interés en las palabras de mi amiga y continué mi trayectoria.

Mi familia se encontraba reunida en la cocina de la casa. Yo pasé de largo y me dirigí a mi cuarto, no quise siquiera dar las buenas noches. Sólo quería descansar. Quería dispersar mi mente: durante el día anduve buscando las posibles soluciones a todos los embrollos por los que estábamos pasando.

Una vez en mi lecho no podía conciliar el sueño. Me quedé observando el retrato que se hallaba sobre el buró y recordé los comentarios que le hacían mis tíos a papá la semana pasada: “Que en tiempos pasados la familia tenía su dinerito, que proveníamos de gente acaudalada”. “Que mi bisabuelo era de aquellas personas que sabían leer y escribir... y que no comprendían la situación en la que nos encontrábamos”...

...¿Cómo imaginar que yo descendía de una familia atesorada, cuando apenas sacábamos lo necesario para sobrevivir? Si con decirles que nos afectó mucho cuando desaparecieron las gallinas que mi hermano menor había comprado. Un famoso coyote cola blanca se nos adelantó al puchero. Se colaba sobre el corral para devorar a “las más ponedoras”… Las granizadas recientes habían terminado con la cosecha. Las heladas, las sequías, las plagas, la falta de ventas en el mercado... todo eso había truncado un porvenir más llevadero.

La situación me parecía cruel. Pensaba y pensaba sin poder dormir… Llegó el momento en que decidí apartar la vista del retrato de familia. Recordé lo que me había dicho Lulú hacía apenas unas horas: en la escuela me habían robado la calculadora que con tanto esfuerzo me había comprado mamá. Sabía que, una vez enterada de la tragedia, me daría su famosa tanda de azotes con el cinturón de papá. Eso fue lo último que recuerdo. El sueño me arrebató mi vigilia llena de preocupaciones.

Al día siguiente me despertó mamá. Estaba cansado. No tenía ganas de ir a la escuela, la tarea no la había hecho. Posiblemente si tuviera una calculadora la haría de inmediato.

Salí de casa sin desayunar. Llegué a la escuela en el momento que rendían honores a la bandera.

Cuando entramos a clases, lo primero que hizo la maestra fue pedir la tarea. Yo quise justificarme a partir del robo de mi calculadora pero todo fue inútil, terminé siendo castigado. No tenía derecho al recreo. Lo peor de todo es que fui el único que recibí escarmiento.

Definitivamente la suerte no estaba a mi lado. Tenía un hambre de los mil demonios. En el recreo acaté la sentencia. En mi soledad, preso en las cuatro paredes de enseñanza descubrí que la inactividad es lo más desesperante. Me dirigí al escritorio del salón. Me senté frente a él y miré un libro que estaba sobre un bolso. En su portada se hallaba un recuadro amarillo con la imagen de un santo. No le tomé interés al momento, pero al no saber qué hacer lo comencé a hojear. La ilustración de una tormenta en el mar atrajo mi atención. Había una barca destrozada cerca de la costa y muchos hombres en derredor nadando hacia las orillas del agua. Al leer las primeras líneas del texto supe que era algo interesante. Era la historia de un hombre extraordinario llamado Pablo que, junto con otros, viajaba preso a través del mar…

Casi finalizaba el receso. Entró la maestra y me sorprendió cuando husmeaba sus pertenencias. Pensé en un castigo más, pero no fue así. Ella se acercó y me preguntó algunas cosas sobre mi persona. Al principio no sabía qué hacer, nunca me había sucedido eso. Después de algunos minutos me sentía comprendido, no sé cómo yo había confiado mis problemas a alguien que nunca imaginaba. Sonó la “chicharra”, era momento de continuar las clases.

–¡Toma el libro, llévatelo a casa y termina de leerlo! En lo que resta del año tu única tarea será confrontar tu vida con la del personaje principal –exclamó la maestra–.

Quedé atónito. Tomé el libro y me dirigí a mi butaca. La maestra comenzó a escribir sobre el pizarrón el esquema de la clase de historia.

Sobre la paleta de mi butaca se encontraba aquello que cambiaría mi vida. En las noches siguinetes nunca volví a atormenarme por los problemas familiares. El mensaje de tal obra era eficaz... Con decirles que la calculadora no la necesité para el resto del ciclo, me bastaba leer y reflexionar.

sábado, 13 de junio de 2009

Una experiencia...

Rafael Espino Guzmán

(Hacía tiempo que no dirigía una charla para jóvenes.
Cuando llegué ante ellos todas mis armas se derrumbaron.
No imaginé hallar un público como este.
Miré en ellos a toda una juventud que grita desesperadamente
y que busca con recelo a Dios...).

Es difícil hablar sobre el don de la vida a aquellos seres que, en cierto sentido, se colocan en espectativa frente a una realidad que les amenaza con una constante de cambios. Todo lo miran con ojos embarazosos o bien con su natural sentido de conquistadores de utopías. Son en sí mismos claridad y espectros nubulosos: los entiendes porque en algún momento viviste aquella “época dorada”, pero al mismo tiempo les reclamas las bondades de una juventud opacada por la apatía, la falta de asombro y la ausencia de reconocimiento.

El coraje, la pasión, las ganas de ser alguien y el deseo de mejorar el mundo nunca se viven con tanta intensidad como se hace en esta etapa de la vida. Muchísimas personas que llegan a la vejez tienen escondidos en la juventud los más grandes tesoros acumulados a lo largo de su caminar -y digo tesoros porque los aguardan en el corazón con llave de oro como protegiéndolos de la amenaza del olvido-.

El gozo de la existencia y el deseo de abandonar un “absurdo” se conjugan con similitud. El apenas saberse dichoso de estar en un aquí y un ahora se frustra con el espantoso compromiso de respuesta vital.

No imagino lo estripitoso de su situación, y mucho menos al saberlos únicos y distintos entre ellos. Sólo me limito y no los juzgo, y pido para ellos la dicha y la felicidad que bien se merecen. Porque la lucha en medio del frío atroz y el acorralamiento entre la falta de esperanza y los oscuros horizontes merecen el calor de un Dios de bondad y la libertad en plenitud que sólo le corresponde a aquel ser que es pensado en el proyecto divino desde antes de su nacimiento.

jueves, 11 de junio de 2009

Ni el “yo”, ni el “tú”, sino el “nosotros”

La necesidad de apertura
y disponibilidad



Rafael Espino Guzmán




Dos personas pueden estar presentes físicamente y no convivir.
Pueden estar como dos cosas, una a lado de otra,
pero extrañas sin remedio y para siempre.

(En L’Insondable)


Introducción
Algo que aconteció en la primera parte del siglo XX es la devaluación de la persona. Varios factores hicieron que se llegara a esto y no se tuvo la prevensión de los grandes problemas que esto acarrearía. El surgimiento de varias revoluciones, la sobrevaloración de lo material por encima de la persona, la búsqueda de placer, el cambio de estructuras sociales y otros factores más fueron el parteaguas para que en 1929 –como dice Mounier­– el personalismo apareciera como una protesta contra la avanzada putrefacción de la persona y, debido al hundimiento de su agusanada estructura, proponiendo salidas ante tal crisis, apelando a una revolución personalista y comunitaria.
En este contexto aparece Gabriel Marcel, quien después de haber vivido su experiencia en la Primara Guerra Mundial, vuelve su atención hacia la dignidad de la persona.
En su búsqueda de soluciones a la llamada crisis atina en un punto elemental que es factor desisivo para que la comunión se efectué y se realice con mayor eficacia. Se trata de la disponibilidad, la apertura, la donación, el encuentro ante el otro que no es un objeto sino también otra persona (...).

El hombre: una expresión
El hombre por sí mismo es “expresión”. La realidad más pura del ser, su “estar allí”, consiste en develar una presencia. En este sentido el ser humano, por el simple hecho de “ser”, se manifiesta. Su estar allí, de una forma muy particular de ser, lo hace ya una expresión.
El ser humano transmite en sí mismo una significación, expresa su ser en acto que corresponde a un ente expresivo. El vivir del hombre es un constante expresar; no se vive primero y luego se expresa, sino que vivir consiste en expresar[1].

La expresión dentro de la dinámica de la comunicación
En este marco de la expresión tenemos que ser conscientes de que nos movemos en espacios en los que actuamos y permanecemos; manejamos objetos materiales e interactuamos con otras personas; persivimos e intercambiamos mensajes y reaccionamos ante ellos. Es decir, que nuestra expresión no aparece ni se da aisladamente, sino que se halla dentro de la dinámica comunicacional que le es propia a todos los seres humanos. La expresión se encuentra en el marco comunicacional. El hecho de ser expresión implica comunicar algo a los que nos circundan.
Tal comunicación tiene dos formas de presentarse: la consciente y la inconsciente. La primera se refiere a la que realizamos sin darnos cuenta (puede ser verbal o no verbal) y la segunda se refiere a aquella comunicación que conlleva un razonamiento previo al acto de comunicación (tambien puede ser verbal o no verbal).

Mi cuerpo: “Un yo que se manifiesta a sí mismo y al espíritu”
La dimensión de corporeidad o de encarnación de la persona es fundamental de la expresión, puesto que a partir de ella logramos manifestarnos ante lo otro y reconocernos como expresión en sí. Huyendo del dualismo cartesiano y queriendo a toda costa reafirmar la corporalidad del hombre, se llega a afirmar con esto que “yo soy mi cuerpo” –como decía Marcel–. Pero no es que signifique reducir al hombre en una corporalidad, sino rechazar toda posible visión instrumental del cuerpo humano. El hombre no tiene un cuerpo sino que es un cuerpo en el sentido que éste forma parte de su ser y de su esencia. No posee un cuerpo al igual que posee determinadas cosas, sino que se relaciona con él de un modo totalmente peculiar. Y en este sentido el cuerpo toma parte elemental en la relación con el que “no-yo”, se vuelve necesario para la comunión y el preoceso comunicacional[2].

Dos obstáculos
Hay dos actitudes que nos impiden establecer una puesta en común, una comunión humana eficaz. Actitudes que pueden colocarnos en la cúspide de una total ignorancia del otro que no es un “yo” pero que es, en cierta manera, “otro yo”. Dos actitudes que están llenas de orgullo y de superficialidad y lo único que hacen es arrojarnos a un desgarramiento de nuestra forma particular de expresión y a la desesperación, la frustración de la naturaleza propia del hombre que mencionaba Nicol.
Los dos obstáculos que se oponen al acceso del ser auténtico son: la objetivación del sujeto, la negación del ser tascendente del otro; la segunda es cerrarse contra nuestro ser natural, que es abierto y en comunicación con los demás seres[3].
El primer obstáculo parte de nuestro acto consciente de inteligencia, voluntad y vida psíquica que requiere siempre en un primer momento de colocarnos frente a un objeto (en este caso un sujeto-objeto). La inteligencia nada puede aprender sin poner ante sí algo distinto de su propio sujeto. Por ello en la actividad objetivante de la inteligencia, el sujeto no es alcanzado como tal, queda como en penumbras.
Objetivar en este sentido es problematizar. La asimilación por parte de la inteligencia consiste en dar soluciones sucesivas de lo aprendido hasta ser esclarecido totalmente.
Ahora bien, el problema que Marcel haya ante esta circunstancia es el hecho de diluir al hombre en su realidad íntima, inefable de sujeto o de ser, puesto que al esclarecer totalmente a algo, objetivarlo plenamente, equivale a la pérdida de la persona.
La inteligencia por tanto no penetra en el sujeto en cuanto tal. Está mas allá de sus posibilidades. Se queda más acá y frente a la realidad misma inalcanzada de ser, sustituye la realidad íntima o subjetiva por el objeto. Por otra parte yo también me estaría valiendo como una solución obetiva, porque entonces no sabría ni siquiera quién soy yo, y no puedo tomarme a mí mismo como un objeto.
Cuando la inteligencia hace del ser un objeto, lo problematiza, lo coloca delante de él sin penetrarlo; lo hace como un dato científico (...).
El segundo obstáculo es la falta de disponibilidad. Cuando se habla de un cerrarse a la propia naturaleza, significa ir en contra de la “expresión en sí que es el hombre”, es ir contra corriente de la necesidad comunicacional del ser humano. Si se evita la comunión, estando en contacto con los otros sujetos, la expresión reclama atención y termina por convertirse en una comunicación frustrada, cuando por el contrario podría constituirse como una unidad y compartimiento ontológico. La falta de apertura y disponibilidad hacen la separación del “yo” y del “tú”, volcándolos a la plena anulación de sí por la exigencia de su misma naturaleza. Se evita la conformación de un “nosotros” en el que ambas partes tendrían la capacidad de admitir y ser admitidas.

Una solución al problema
Una posible solución a esta problemática filosófica –que bien puede aplicarse en el ámbito comunicacional– es la llamada “reflexión de segundo grado”. Es colocarnos en el seno mismo de la realidad, en una experiencia lúcida e inmediata, sin intermediarios del ser, en su realidad inefable, en su “misterio ontológico”. Mediante esta reflexión somos no conducidos al pensamiento pensado (la objetivación), sino al “pensamiento pensante”, a la fuente misma donde se crea el ser del pensamiento. El ser se alcanza en la experiencia inmediata, en el ser en sí mismo, en su irreductible realidad óntica.
A semejante aprensión se llega por el “recogimiento”. Se requiere de cierta aprehensión que no deja al sujeto como fuera de sí como objeto, sino que penetra y coincide con él. Se trata de una aprehensión en el recogimiento por una cuasi-intuición no distinta del ser mismo.
Es mediante esta actividad que el ser se vuelve abierto a la auténtica trascendencia, no un ser que se nos da frente a nosotros –como objetos–, sino en comunión con otros. Se manifiesta así un ser encarnado, comunicado con el cuerpo, y por él con la trascendencia del mundo corpóreo.
Para llegar a ello se requiere una decisión libre, una aceptación de nuestro ser tal cual es y tal como se nos da en comunicación con los demás seres[4].

Conclusión
El “otro”, el “no-yo” no es ni un límite de mi persona ni un rival; tampoco es la ficha sobre un libro, ni aquel que está allí para darme informes; ni siquiera es la idea que yo tengo o puedo formarme de él. El otro no es un repertorio de datos o de noticias, no es objeto, sino como expresa el mismo término: es un “otro yo”.
La única existencia auténtica es la existencia en común o la apertura de un “yo” a un “tú”, en el cual me encuentro y me descubro a mí mismo. La intersubjetividad, el “nosotros”, es el único camino que lleva al otro y hacia sí mismo.
En este mundo no hay más que un dolor, un sufrimiento, que es el que produce la soledad, pero de pronto surge la luz en el horizonte del hombre, es la presencia de un “tú”.
Sólo se realiza el hombre en la apertura, en la disponibilidad. Pero está expuesto al egoísmo, que le encierra en su prisión, aun cuando se coloque en la máscara de la generosidad o de la bondad.
El otro es una realidad no objetiva, no es ni resorte mecánico ni un objeto entre los objetos, sino libertad y misterio.
La propuesta de Marcel es un llamamiento a decubrir nuestro auténtico ser, al descubrimiento del misterio ontológico. Un llamamiento a no descuidarnos y dejarnos arrebatar por los enemigos del egoísmo, la superficialidad y el orgullo que están siempre en acecho.
El remedio para paliar esta situación consiste en darse cuenta con fuerza renovadora del valor y de la riqueza de la realidad personal de cada hombre: disponibilidad, donación, responsabilidad, compromiso, apertura, intersubjetividad, presencia, vocación, respuesta, llamada, encuentro. Pero entre todas ellas destaca la disponibilidad. La persona se caracteriza por estar dispuesta, accesible y abierta a los demás, ante los otros[5].

Bibliografía
[1] NICOL, Eduardo. La idea de hombre. México, F. C. E., 1997.
[2] MARCEL, Gabriel. Homo Viator. Prolegómenos a una metafísica de la esperanza. Sígueme, Salamanca, 2005.
[3] MARCEL, Gabriel. Homo Viator. Prolegómenos a una metafísica de la esperanza. Sígueme, Salamanca, 2005.
[4] BURGOS, Juan Manuel. El personalismo. Biblioteca Palabra, Madrid, 2000, Pp. 197.
[5] BURGOS, Juan Manuel. El personalismo. Biblioteca Palabra, Madrid, 2000, Pp. 197.

miércoles, 3 de junio de 2009

¡Vive México!



Rafael Espino Guzmán


Monte Albán, Teotihuacan, Xochimilco, Palenque, Puebla, Guanajuato, Chichén-Itzá, El Tajín, El Santuario de ballenas de El Vizcaíno en Baja California Sur, la ciudad de Guadalajara, la Mariposa Monarca en Michoacán, y tantas maravillas más aguardan en el prodigioso “Ombligo de la Luna”, como solían llamarle los antiguos aztecas a nuestro actual México. Una república democrática, representativa y federal integrada por 32 entidades federativas que ocupa la parte meridional de América del Norte.

Su extensión de 1,972,550 kilómetros cuadrados la coloca en la decimocuarta posición entre los países del mundo de acuerdo a la superficie. Los 107.4 millones de personas forman el país número uno en habla hispana, a pesar de la vasta diversidad de lenguas nativas que contiene.

Su “oro negro”, la plata, el cobre; su megadiversidad en especies de plantas y animales; su folklore tan variado; su gastronomía; su historía; sus culturas; sus climas. Todo en un sólo lugar.

El 87% de los tipos de suelo existentes se pueden hayar en su territorio, cuyas legendarias culturas aprovecharon para la domesticación de más de 80 especies que se hayan esparcidas en el mundo, así como una vasta cantidad de plantas que en muchos lugares se siguen cultivando y que forman parte de canon alimenticio y botánico. En México se es posible encontrar climas fríos de alta montaña a unos cuántos centenares de kilómetros de los climas más calurosos de la llanura costera.

En cuanto a la biodiversidad de reptiles (707 especies) y variedad de cactáceas México se califica primer lugar a nivel mundial. Ocupa el segundo en mamiferos con 438 species, cuarto en anfibios con 290 especies, y cuarto en flora, con 26,000 diferentes especies. Es el segundo país en el mundo en ecosistemas.

La cocina mexicana es considerada como una de las más variadas y ricas del mundo. Gracias a la herencia prehispánica y española tal gastronomía reúne los sabores de dos continentes en platillos de gran colorido y sabor. Sus guisos y bebidas tradicionales y de la alta cocina contienen sabores y texturas de gran delicadeza hasta los sabores fuertes y amargos. El mole poblano, el pozole, los chiles en nogada, las enchiladas, la cochinita pibil, los tacos –en su basta diversidad–, los tamales, la birria, los chilaquiles, la barbacoa, el cabrito norteño, las quesadillas de flor de calabaza, los camarones a la diabla, los tlacoyos, los sopes, los pambasos, los nopales con camaron y muchos más platillos satisfacen el paladar de millones de personas gustosas de la buena comida mexicana, que bien puede acompañarse de la infinidad de salsas existentes y otros condimentos mexicanos. Y junto con ello las tan conocidas bebidas que engalanan no sólo los comedores sino también otros momentos de convivencia y compartimento como son el pulque, el tepache, la tuba, la famosa tequila, el mezcal, y su cerveza “Corona”.

La música mexicana es sumamente variada e incluye diversos estilos determinados por la región geográfica de proveniencia, así por las diferentes épocas de desarrollo. Toda ella como fruto del mestizaje que se dio entre las tradiciones europeas, americana y africana, entre otras. Es quizás un símbolo nacional el conjunto del mariachi que ha exparcido por doquier temas como "Bésame Mucho", "Cucurrucucú Paloma", "Amor, Amor, Amor", "Solamente una vez", "Somos novios", "Guadalajara", "El Rey", "Amorcito Corazón" y otras. Algunos otros géneros también forman parte de la riqueza musical que México comparte al resto de los países, como son la banda, la música norteña, conjunto jarocho, huasteca, marimba, jarana yucateca, trío romántico, conjunto mixteco, música prehispánica, boleros, danzones, zapateado y muchos otros más. México se ha inmortalizado con grandes figuras como Tito Guízar , Jorge Negrete, Pedro Infante, Javier Solis, Antonio Aguilar, Agustín Lara, Lola Beltrán, entre otros. Algunos de los cuales también corresponden a la talla de quienes hicieron del cine mexicano la insignia de los años 30 a los 50, como Dolores del Río, Pedro Armendáriz, María Félix, Blanca Estela Pavón, Lilia Prado, Arturo de Córdova, Marga López, Felipe Montoya, Roberto Cobono, Mario Moreno Cantinflas, Tin Tan, Emilio “el indio” Fernández.

Debido a su geografía, historia, gastronomía y clima; México es una de las potencias mundiales en el ámbito vacacional, está situado en la octava posición de los países con más afluencia turística internacional. Sus 29 sitios declarados como patrimonio de la humanidad por la UNESCO le hace encabezar la lista del continente Americano por encima de Estados Unidos (20), Brasil (17), Canadá (15), Perú (10), Argentina (8) Colombia (6), Chile (5), respecto a este rubro.

La Dirección General de Culturas Populares muestra alrededor de 10,000 tipos de festividades que pueden catalogarse como populares, a pesar de que en el Calendario de Fiestas Populares se registran sólo 5,083. Entre algunas de las más destacadas se haya la festividad de día de muertos que se festeja el 2 de noviembre, y que la UNESCO ha declarado como Festividad Patrimonio de la Humanidad; la celebración de la fiestas patrias en honor a la Independencia de México; la festividad de la Virgen de Guadalupe, etc.

La Madre de Dios deseó y se le construyera un santuario en el país que hoy se declara católico al 89%. Santa María de Guadalupe cuida y protege a todo el pueblo americano y se le reconoce como “Patrona o emperatriz de toda América Latina”. El Tepeyac es hoy el santuario mariano más visitado del mundo con 20 millones de personas que concurren anualmente, superando incluso en visitas a Lourdes en Francia y Fátima en Portugal. Además de ello, México cuenta con 250 santuarios procesionales registrados por la Iglesia católica, a donde acuden los peregrinos para pedir y agradecer favores a santos y vírgenes que han resultado ser milagrosos, y que forman parte de la identidad mexicana.

La red de carreteras mexicana es una de las más extensas de América Latina con 352.072 kilómetros, la mayor tercera parte corresponde a brechas revestidas, y poco más de diez mil kilómetros corresponde a carreteras de cuatro carriles. Cuenta además con 108 puertos marinos, cincuenta y cuatro en el golfo y otros tantos en el Pacífico que cumplen un papel relevante en el desarrollo de México fortaleciendo la vida política, económica y social del país, en beneficio de la población y resguardo de la soberanía nacional.

México es la cede del Instituto Latinoamericano de Comnicación Educativa (ILCE), organismo internacional integrado por trece países latinoamericanos, que junto con la editorial Gedisa inician la coedición de algunas de las obras más destacables del joven campo de la Educación Comunicativa. Las epresas televisivas destacan por encima de muchas otras convirtiéndolas incluso en unas de las primeras productoras del contenido en español en el mundo.

Su Constitución de 1917 es una aportación de la tradición jurídica mexicana al constitucionalismo universal, dado que fue la primera constitución de la historia que incluye las denominadas garantías sociales.

Los Estados Unidos Mexicanos tienen diversas relaciones económicas y culturales con el resto de los países del mundo. El principal socio económico-cultural de México es Estados Unidos dada su cercanía. En este marco, México se encuentra unido económicamente con EUA y Canadá mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Forma parte de la Organización de Estados Americanos, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la Cooperación Económica del Asia-Pacífico y el Grupo de Río entre otros. Cuenta también con un tratado de libre comercio con la Unión Europea, con el bloque denominado EFTA (Luxemburgo, Suiza, Liechtenstein y Noruega) y recientemente se selló un compromiso similar con Japón.

Culturalmente está ligado a otros como Colombia, Venezuela y a los países centroamericanos, debido a que estas regiones comparten una historia similar, desde las culturas prehispánicas y el idioma, hasta la independencia de España. Todo esto favorece nexos culturales importantes con los países de la región norte de América Latina.

México hoy se entiende como un país de riquezas inmensas. El maíz, frijol, chile, cacahuate, aguacate, jitomate, calabaza, vainilla y cacao; la Televisión a Color, el Túnel de Viento, los edificios con cimientos antisísmicos, el molino de agua, la amalgamación, la tinta indeleble, el hierro esponja y tantas cosas más no gosaría el mundo hoy sin la ayuda de nuestra tierra.

Somos una civilización enteramente nueva, un pueblo que busca un cambio trascendental, de tradiciones valiosas, de reciedumbre ante las vicisitudes, de capacidad de entendimiento y sentido de nación. Somos un pueblo que tiene un protagonismo importante en la dinámica mundial. Somos la unidad en la diversidad y la diversidad en la unidad, un verdadero milagro.
"Patria: tu mutilado territorio se viste
de percal y de abalorio.
Tu patria todavía es tan grande,
que el tren va en la vía
como aguinaldo de juguetería".
(Ramón López Velarde)

lunes, 1 de junio de 2009

Los frutos de la oración


Rafael Espino Guzmán

¿Alguna vez has sentido quizás un cierto gusto por la presencia divina? ¿Has tenido la sensación de algo “indefinible”, una profunda serenidad, un instante de dicha en la que los pensamientos son ocupados con el nombre de lo divino? ¿Te has hallado en tranquilidad, serenidad y reposo?… Esas son unas de las características que se pueden distinguir después de un momento de oración. Son instantes en que nos queda una plenitud sin palabras, sin agitación, como un lago en calma, cuya tersa superficie refleja el ser infinito de Dios… Sin embargo, la oración no termina aquí.

La oración comprende toda la vida
Debemos distinguir el momento en que hacemos una pausa para ponernos en contacto con Dios y el momento en el que surgen los frutos de tal actividad.

El primer momento se caracteriza por una creciente absorción, en la que se manifiesta una “presencia”. En la medida en la que nos abandonamos al murmullo interior, nos sentimos atraídos a un “fondo” (o centro); descubrimos un “lugar” totalmente sereno y apacible en el que no existe nada… más que la existencia misma, tanto la propia como la divina.

En el segundo, la oración aparece como aquello que vivifica y conduce toda la actividad de nuestro ser. Son los frutos que se generan a partir del contacto personal con el Creador. Incluso el cuerpo sigue la misma “trayectoria” que el espíritu: conforme vamos descansando más profundamente en Dios, nuestro cuerpo descansa también de una manera desacostumbrada y se regenera en el soplo divino.

La oración comprende todo nuestro ser, cada instante de nuestra vida, no se limita sólo al primer instante, después de ello comienza la vivencia de lo que se contempla en esos intervalos de tiempo.

¿Qué sentido tiene la oración?
La respuesta a esta pregunta se encuentra sólo en la experiencia, mejor que en argumentos teóricos. En 1966 una autora llamada Louise Rinser publicó un libro en el que daba respuesta a esta pregunta: “Orad, y veréis que la oración tiene sentido. No hay otro camino para describirlo, sino la misma oración”. Pablo VI daba una respuesta similar: “Si habéis perdido el sabor de la oración, se encendería en vosotros su deseo poniéndoos de nuevo humildemente a orar”.

Cuando se quiere saber el sentido de la oración, lo mejor es invitar a la experiencia personal. Este es el camino más certero, más eficaz y convincente, contra el que no pueden darse razones válidas. La experiencia se convierte en argumento irrefutable y en testimonio decisivo.

El sentido se descubre de manera personal, no podemos descubir el verdadero sentido de la oración si no lo vivimos nosostros mismos. Lo esencial de este acto es la orientación de toda la vida hacia Dios, es transformarse –sin perder la identidad propia– en un ser que participa y comparte la gracia divina.

Orar es dejarse amar
La verdadera oración no es un medio, por muy importante o necesario que se le suponga, para la vida cristiana o espiritual, sino la misma vida espiritual o cristiana en ejercicio.

Orar de verdad es vivir cristianamente. En la oración convergen o de ella nacen todos los demás elementos integrantes de la llamada vida interior.

Orar es dejarse amar. Y dejarse amar implica: crecer en el amor personal y gratuito, divino y humano de Dios Padre en Jesucristo. El creyente no ora, desde luego, para exigir, para cambiar o para hacer alguna cosa; lo que busca, sobre todo, es la presencia divina. El amor que, partiendo del mismo Dios por iniciativa suya, transforma al hombre y le capacita para responder amando en reciprocidad.

Dios nos ama con amor gratuito y personal. Y en la oración adquirimos nueva conciencia de ello. Dios nos ama y nosotros lo sabemos. La oración crea en nosotros esta certidumbre y aviva este convencimiento hasta convertirlo en gozosa experiencia. Del amor nace el asombro, el estremecimiento, la alabanza y la adoración, la actitud y la actividad…

La oración nos vuelve más humanos
Quien está en comunión con Dios adquiere un sano humanismo. En la oración se está en contacto con la Verdad, la cual vuelca al hombre hacia la autenticidad.

Es una real configuración con Jesucristo, que es el hombre perfecto. “Jesús es el hombre cabal, ejemplo y utopía para toda la humanidad, en quien todo hombre ha sido pensado y creado por el Padre”. Por eso, en la medida en que alguien intensifica su oración –y desde luego el conocimiento de la Palabra divina– se va pareciendo más a Cristo –en sus actitudes, en su mentalidad, en su entrega a Dios y a los hombres por amor– en esa misma medida se va haciendo más hombre.

La verdadera humanización del hombre alcanza su culmen en la gratuita divinización. Vivir en intimidad y comunión con Jesús, en el misterio de su corazón, es la mejor escuela del humanismo integral cristiano. Por todo, esto es importante la oración, no tengamos miedo de orar y dejémonos arrebatar por el amor divino, oremos y encontrémonos con Dios, vivamos día a día el encuentro con nuestro Creador.

sábado, 30 de mayo de 2009

El suicidio: ¿evitar el absurdo?


Rafael Espino Guzmán


Para los seres humanos existe sólo un problema serio, es el de “juzgar si la vida vale o no la pena de ser vivida”, decía Albert Camus. Ahora bien, ¿tendra algún sentido estar luchando contra una realidad absurda? ¿Vivir en medio del sufrimiento, las injusticias, la negatividad de la vida? ¿Sobrevivir? ¿Para qué?

“La vida no vale nada”, decía el cantante José Alfredo Jiménez al confrontarse con un mundo lleno de dichas y desdichas. Pero, ¿acaso el valor de nuestra vida depende tan sólo de la realidad que nos circunda? Definitivamente no es esí. Y es que precisamente nuestra única tarea en la vida es dignificar nuestro llamado a la existencia. La vida es el encuentro, es la relación entre mi persona y el mundo, mi respuesta y compromiso ante lo otro. Mi vida no depende sólo de las condiciones externas, depende, incluso en mayor medida, del ejercicio de mi libertad en el compromiso. Y esto se contrapone con aquellos que piensan que el suicidio es la solución a algo que no parece tener salida; contra aquellos que justifican el suicidio como el ejercicio de la libertad, cuando ni siquiera son capaces de abrazar su condición de libres y lograr modificar su forma de existencia y su realidad.

“La vida merece la pena de ser vivida”. Ese es el transfondo del mito de Sísifo que expone Camus: empujar una piedra cuesta arriba por una ladera empinada, sabiendo que una vez en la cima rodará de nuevo hacia abajo, manifiesta la condición futil y perecedera del hombre, pero al mismo tiempo manifiesta el gran poder que tiene para enfrentarse a su condición de mortal. Su trascendencia la obtiene en ese mismo afán de lucha por salvaguardar su valor de existencia.

Sísifo le enseña a los dioses que, a pesar de su condena, obtiene la dicha. Él no se abandona a las condiciones que se le imponen, por el contrario, hace de ellas el medio para obtener su gloria.

De allí que el suicidio sea lo más vergonzoso de un ser cuya esencia sea la libertad; el silencio atroz ante el llamado a la existencia; la degradación de la conciencia; el acto más vacío de sentido que un ser humano llegue a realizar...Los que se suicidan evitando una realidad absurda no hacen más que volver más absurdo aquello que trataron evitar.

viernes, 29 de mayo de 2009

Foucault, Freud y Camus

Los tres dedos de la pata de un pato

Rafael Espino Guzmán

¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido de su existencia? Tales preguntas abordan el más serio de los problemas filosóficos. La única verdad que necesita el hombre, su única necesidad incondicional. Todas las demás, hasta las que parezcan poco significativas, son necesarias bajo la condición de que cada individuo encuentre cierta identidad y un sentido a su existencia.

Foucault, Freud y Camus convergen en esta cuestión. Los tres abordan, desde diferentes perspectivas, tal cuestionamiento. El primero busca, mediante su texto “Nietzsche, la genealogía y la historia”, pensar cómo llegamos a ser lo que somos y cómo podemos ser de otro modo. El pensar la propia historia puede liberar el pensamiento y permitirnos mirarnos desde otras perspectivas. Freud, por su parte, en “El malestar en la cultura” observa el yo delimitado por un mundo exterior. Se da cuenta que desde la experiencia del sufrimiento surge la pregunta sobre el fin de la vida. El sentimiento oceánico, de infinitud y de relación con el universo lidiará con una búsqueda insaciable de aquello que somos. Mientras que Camus jugará con la pregunta: ¿cuál es el sentido de la vida? Pregunta que alude al significado de la existencia. En su obra “El mito de Sísifo” se preguntará una y otra vez por aquel que está condenado a subir una roca a la cima de una montaña, y por el significado de su actividad.

Los autores rodearán ambas preguntas fundamentales. Su discrepancia será el modo de hacerlo y la postura en la que se basan. Freud busca resolver el problema de la represión cultural; Foucault la forma de hacer historia mediante la genealogía, el origen y la verdad del ser; y Camus sobre si vale la pena vivir la vida, tomando como partida el suicidio.

La problemática que siempre estará latiendo en estos tres autores, a pesar de los diversos temas que abordan, será “lograr comprender lo que es el hombre”. En su búsqueda caerán en cuenta que el ser humano puede percibirse a partir de la relación con algo que no es él, con aquello que está más allá de sus límites. Freud colocará en ese lugar a la cultura, Foucault la historia y la genealogía, que están conformadas por un cúmulo de acontecimientos y Camus dispondrá de una roca y la montaña que bien pueden representar el medio en el que Sísifo desentraña el significado de su actividad en la que yace su condena.

Los autores confluyen a un mismo lugar: el ser humano, su esencia y su sentido de existir.

A pesar de la diferencia de intereses y lo distinto de la temática que abordan, los tres autores dependerán de las dos preguntas fundamentales que coloco al principio de este escrito. Serán como tres dedos de la pata de un pato: diversos, con posiciones diferentes, pero unidas por un trozo de cutícula y dependiendo de un tronco…

domingo, 17 de mayo de 2009

Hace tiempo

Rafael Espino Guzmán


Hace tiempo, cuando de niño jugaba en el campo,
cuando entre praderas solía cantar.
Esa era mi meta, mi eternidad:
que tú fueras mi novia, mi compañera de fiar.

Cuando entre flores, entre ríos y el solar,
más risas que liebres se veían saltar.
Cuando los vientos, tu falda no podía cesar,
corriamos, gritábamos,
y yo nunca lo podía expresar.

Cuando tu amiga, mi amiga venía a jugar,
y mi amiga que es tu amiga, con mi secreto
a ti te volvía confusa y a mí me hacía llorar.
Bailábamos, cantábamos,
y yo nunca lo podía expresar.

Hace tiempo, cuando el sueño de un niño;
hace tiempo cuando contigo solía soñar.
Esa era mi meta, mi eternidad:
que tú fueras mi novia, mi compañera de fiar.

Cuando tu encanto me hacía turbar;
mis juegos, mis esfuerzos, mi más doloroso callar.
Tú estabas llena de misterio, yo no podía pensar.
Estudiábamos, nos mirábamos, pero,
yo nunca lo podía expresar.

Cuando tú te volvías la sombra
más triste de mi pensar;
cuando yo a tu alma quería llegar,
murmurábamos, y sin embargo,
yo nunca lo podía expresar.

Hace tiempo, cuando aquel sueño de niño;
hace tiempo cuando mi esperanza, cuando mi añorar.
Esa era mi meta, mi eternidad:
que tú fueras mi novia, mi compañera de fiar.

Cuando una mujer pequeña,
pequeña de tamaño, grande de espíritu como el mar.
Tu voz dulce y serena;
ambos soñábamos el futuro,
yo nunca el mío podía expresar.

Cuando no podía hablar de nada;
cuando un encuentro perfecto llegué a imaginar.

Hace tiempo, cuando aun era un niño;
hace tiempo: aquel que creí que podía olvidar.
Esa era mi meta, mi eternidad:
que tú fueras mi novia, mi compañera de fiar.