Rafael Espino G.
Hace días entablé un diálogo con una persona que se dice a-religiosa (es decir, sin religión). Era alguien mucho mayor que yo, y al parecer con mucha más preparación. Dicha conversación surgió a partir de un reclamo abierto y sin escrúpulos por parte de aquella persona hacia la Iglesia católica. Me argumentaba la falsedad de la institución católica, y además, de la inexistencia de lo espiritual…
Sin duda alguna, la persona de la que les hablo, a pesar de dar muestras de su excelente formación, patinaba en un grave error. Primero porque emitía juicios generalizantes respecto de la Iglesia, y segundo, lo más imperioso, mantenía su postura totalmente insustentable de que lo espiritual no existe…
Gracias a este acontecimiento, me doy la oportunidad de plasmar en los siguientes párrafos algunas ideas que he venido adquiriendo al paso de los años respecto a esta situación. Considerando además que, dado el hecho, alguna vez cuando más jóven, llegué a tener dudas sobre tales cuestiones…
En primer lugar, debo decir que lo espiritual existe. Es algo propio del hombre y nunca separable. Es una realidad ineludible, y además, no nocesita estar vinculada a las religiones forzosamente. Se da cuando hay cultivo de la interioridad, meditación, liberación personal…
En segundo lugar, retomando aquello de la institución católica (y de lo cual profundizaré un poco más), considero que el hecho de que se perciba un declive de la religión, puede ser una oportunidad para lanzar fuera las represiones que nos formamos en este ambiente o sistema social.
Sin embargo, como primer momento, debemos reconocer que, a pesar de las fricciones que han surgido al paso del tiempo entre Iglesia, ciencia y otros elementos, siguen coexistiendo en el ámbito de la experiencia humana, y siguen reformulándose día a día.
El sistema racionalista nos ha conducido a decir que la religión es el “opio del pueblo”. Los medios de comunicación han tratado de quitarle crédito, incluyendo a otras instituciones, pero no confundamos el fundamentalismo con la religión...
La religión (por lo menos la que profeso) es compatible con lo valores universales de la ética, los derechos humanos fundamentales. No debemos considerarla como un rango cultural inferior, como lo hacen los escépticos y fundamentalistas científicos. Nadie puede negar que el mismo Papa Juan Pablo II fue un defensor de la libertad y del hombre (¡y profesaba una fe, una religión!).
La mayoría de la veces, en la religión, el hombre expresa lo mejor que lleva de sí, sus aspiraciones más altas y sus necesidades profundas. Hoy día ella es una de las que se muestra abiertamente en contra del materialismo atroz que nos despersonaliza, contra las guerras, pobreza e individualismo.
La religión católica desvela el destino de cada uno de sus fieles. Nos mantiene seguros de que nuestra existencia no tiene fin el día que dejemos de respirar. La religión no nos pone como condición dejar de pensar, sino todo lo contrario. Ella no trata de algo fideísta o fundamentalista, sino de una cierta confianza en nuestra razón, que sin duda también nos conduce a Dios.
Para los cristianos católicos es fundamental saber que antes de pertenecer a una religión profesamos una fe (en Jesucristo). Donde se trata de acoger a Dios mismo, como Don, y por consecuencia, que se traduce en formas religiosas: cultos, textos sagrados, normas, comportamientos, etc. Creer es adherirse a alguien (a Jesús).
En la religión católica, el hombre que cree en Jesús entra en la propia dimensión de Jesús, porque se acerca a él: oración, paz, misión salvífica. Es Jesús quien promueve al hombre. Lo convierte de siervo a amigo, de esclavo a hijo…
El creyente católico no puede ni debe creer a la ligera, ya que es un sugeto humano dotado de exigencias de honestidad intelectual y rectitud moral respecto a los actos que realiza. Debe dar razones de su fe: necesarias para garantizar su carácter razonable.
La Iglesia católica no encubre nunca sus razones de fe. A pesar de que ello la conduzca constantemente a la hoguera. La fe del católico no es demostrable siempre, pero tampoco puede reducirse a una opción voluntarista, irracional y sin compromiso… La Iglesia católica, en su calidad de depositaria de fe, da al hombre motivos racionalmente válidos para hacer razonable su adhesión a Dios…
Las actitudes descalificadoras, superficiales y acríticas contra la Iglesia católica son moneda barata e insuficiente. Se necesita una visión global para aprender y pensar qué somos y dónde estamos. No basta ser mediocre y repetitivo. La religión cristiana es muy fascinante como para tacharla de esa manera…
Sin duda alguna, la persona de la que les hablo, a pesar de dar muestras de su excelente formación, patinaba en un grave error. Primero porque emitía juicios generalizantes respecto de la Iglesia, y segundo, lo más imperioso, mantenía su postura totalmente insustentable de que lo espiritual no existe…
Gracias a este acontecimiento, me doy la oportunidad de plasmar en los siguientes párrafos algunas ideas que he venido adquiriendo al paso de los años respecto a esta situación. Considerando además que, dado el hecho, alguna vez cuando más jóven, llegué a tener dudas sobre tales cuestiones…
En primer lugar, debo decir que lo espiritual existe. Es algo propio del hombre y nunca separable. Es una realidad ineludible, y además, no nocesita estar vinculada a las religiones forzosamente. Se da cuando hay cultivo de la interioridad, meditación, liberación personal…
En segundo lugar, retomando aquello de la institución católica (y de lo cual profundizaré un poco más), considero que el hecho de que se perciba un declive de la religión, puede ser una oportunidad para lanzar fuera las represiones que nos formamos en este ambiente o sistema social.
Sin embargo, como primer momento, debemos reconocer que, a pesar de las fricciones que han surgido al paso del tiempo entre Iglesia, ciencia y otros elementos, siguen coexistiendo en el ámbito de la experiencia humana, y siguen reformulándose día a día.
El sistema racionalista nos ha conducido a decir que la religión es el “opio del pueblo”. Los medios de comunicación han tratado de quitarle crédito, incluyendo a otras instituciones, pero no confundamos el fundamentalismo con la religión...
La religión (por lo menos la que profeso) es compatible con lo valores universales de la ética, los derechos humanos fundamentales. No debemos considerarla como un rango cultural inferior, como lo hacen los escépticos y fundamentalistas científicos. Nadie puede negar que el mismo Papa Juan Pablo II fue un defensor de la libertad y del hombre (¡y profesaba una fe, una religión!).
La mayoría de la veces, en la religión, el hombre expresa lo mejor que lleva de sí, sus aspiraciones más altas y sus necesidades profundas. Hoy día ella es una de las que se muestra abiertamente en contra del materialismo atroz que nos despersonaliza, contra las guerras, pobreza e individualismo.
La religión católica desvela el destino de cada uno de sus fieles. Nos mantiene seguros de que nuestra existencia no tiene fin el día que dejemos de respirar. La religión no nos pone como condición dejar de pensar, sino todo lo contrario. Ella no trata de algo fideísta o fundamentalista, sino de una cierta confianza en nuestra razón, que sin duda también nos conduce a Dios.
Para los cristianos católicos es fundamental saber que antes de pertenecer a una religión profesamos una fe (en Jesucristo). Donde se trata de acoger a Dios mismo, como Don, y por consecuencia, que se traduce en formas religiosas: cultos, textos sagrados, normas, comportamientos, etc. Creer es adherirse a alguien (a Jesús).
En la religión católica, el hombre que cree en Jesús entra en la propia dimensión de Jesús, porque se acerca a él: oración, paz, misión salvífica. Es Jesús quien promueve al hombre. Lo convierte de siervo a amigo, de esclavo a hijo…
El creyente católico no puede ni debe creer a la ligera, ya que es un sugeto humano dotado de exigencias de honestidad intelectual y rectitud moral respecto a los actos que realiza. Debe dar razones de su fe: necesarias para garantizar su carácter razonable.
La Iglesia católica no encubre nunca sus razones de fe. A pesar de que ello la conduzca constantemente a la hoguera. La fe del católico no es demostrable siempre, pero tampoco puede reducirse a una opción voluntarista, irracional y sin compromiso… La Iglesia católica, en su calidad de depositaria de fe, da al hombre motivos racionalmente válidos para hacer razonable su adhesión a Dios…
Las actitudes descalificadoras, superficiales y acríticas contra la Iglesia católica son moneda barata e insuficiente. Se necesita una visión global para aprender y pensar qué somos y dónde estamos. No basta ser mediocre y repetitivo. La religión cristiana es muy fascinante como para tacharla de esa manera…
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