Rafael Espino Guzmán
La vida no se me da ya hecha;
es un conjunto de oportunidades.
Para llegar lejos hay que querer y atreverse.
(Manuel Arcusa)
es un conjunto de oportunidades.
Para llegar lejos hay que querer y atreverse.
(Manuel Arcusa)
Toda persona trae consigo, al nacer, una doble y muy personal tarea: primera: irse descubriendo a sí mismo con todas sus capacidades, posibilidades y limitaciones; segunda: hallar su ubicación en este mundo y desempeñar en él su función correspondiente.
Tan importante será esto que de allí dependerá no sólo saber darle sentido, rumbo a la vida con éxito personal, sino también ser factor de bienestar, de progreso y de felicidad.
Vocación: una llamada
Vocación provine del vocablo vocatio¸ es decir, llamada. Como hombres estamos llamados a desarrollarnos plenamente y a buscar todo aquello que nos permita crecer como tales.
Dios llama al hombre a la existencia para que trascienda como persona en un diálogo propio de aceptación y de cooperación con todos los llamados a la existencia (vocación humana); así mismo, lo convoca a un proyecto de crecimiento en el amor: la construcción del reino de Dios.
Cuando hablamos de una “vocación personal” nos referimos al modo de existencia y el camino de una vida. Cada persona debe contar con un “proyecto de vida” elaborado en base a las múltiples experiencias y en confrontación con un sistema coherente de valores que dan sentido y dirección a la vida del individuo.
La vocación ha de concebirse como una tendencia propia, como un impulso, como algo determinado por nuestra forma de ser.
La existencia humana siempre expresa la necesidad de una decisión vocacional.
La vida es una secuencia de decisiones
La vida nunca queda conformada por la preferencia inicial de un camino, sino que se articula en una secuencia de decisiones y opciones constantes siempre en línea de nuestro camino de vida.
Toda persona debe decidir sobre el camino de su propia existencia, y logrará darle sentido a partir de la continuidad de decisiones que vaya realizando. Nuestro ser no está ya dado, “el hombre es el ser que hace su propio ser”, para el hombre “su ser es quehacer”.
El sentido de nuestras decisiones dependerá de las alternativas que las hacen posibles. Y podemos, sin duda alguna, preferir unas u otras, optar, elegir y trazar entre ellas la ruta de la existencia propia.
El diálogo con nuestros semejantes facilita nuestra decisión
Una manera de descubrir nuestra vocación, aparte del discernimeinto personal, es el diálogo con nuestros semejantes.
En cada situación vocacional (sobre todo durante la adolescencia) no se delibera tanto sobre la atracción mayor o menor de las cosas, sino sobre los caminos de vida que han trazado y seguido ya otros hombres. La realidad no se presenta como una variedad de cosas, sino como un mundo, como una trama de rutas vitales. Los caminos más “llamativos” se cocretan en las figuras del “héroe”, es decir, de aquellos que manifiestan plenitud en su modo de vivir.
De ello que el diálogo con tales personas puede ayudarnos a precisar, de acuerdo a las capacidades individuales y las posibilidades que depara el mundo, nuestra ruta de vida. Podemos aprender no sólo de la experiancia propia, sino también de la ajena. Todo ello con la condición de no perder de vista que la vocación es propia, quen siempre terminaremos responsables de las decisiones que tomemos.
Cuando se nos presentan obstáculos e imprevistos
Cuando decidimos sobre cierta forma de vida, se ve las condiciones en que se encuentra uno para seguir ese camino. Y si no se cuenta con tales condiciones se debe buscar la forma para llegar a donde se quiere ir. Los obstaculos y los imprevistos que se nos presenten no deben impedir nuestros objetivos, debemos enfrentarnos a ellos y superarlos. Es necesario tener siempre en vista nuestro camino y sobre él poner en juego todas las reservas de nuestro ser. Las posibilidades están hasta donde lo desee nuestra voluntad y hasta donde nos lo permita la libertad.
La vida nos ofrece muchas más oportunidades de las que vemos, pero muchas veces no sabemos reconocerlas debido a no seguir un proyecto de vida, al no saber hacia dónde nos dirigimos.