Por: Rafael Espino Guzmán
No soy yo, soy otro cuando te miro,
y no es que me deje abandonado en tus ojos,
es mi alma que se empieza a agitar.
Soy ese en el espejo, con un sueño perturbado,
con brazos cubiertos de largos años cansados de esperar.
Te veo como un lucero de mis noches:
limpia, brillante y única en cualquier lugar;
tu mejilla es firmamento enorme
del aquel inconfundible lunar...
Eres tú, sí tú, lo que más he deseado,
y por más que te aspiro, te vuelves cumbre inalcansable,
una estrella vista por un errante al vagar.
Por eso digo que no soy yo,
que soy otro cuando te miro.
Y ese que no soy yo
camina en el mundo sin poderte encontrar
y no es que me deje abandonado en tus ojos,
es mi alma que se empieza a agitar.
Soy ese en el espejo, con un sueño perturbado,
con brazos cubiertos de largos años cansados de esperar.
Te veo como un lucero de mis noches:
limpia, brillante y única en cualquier lugar;
tu mejilla es firmamento enorme
del aquel inconfundible lunar...
Eres tú, sí tú, lo que más he deseado,
y por más que te aspiro, te vuelves cumbre inalcansable,
una estrella vista por un errante al vagar.
Por eso digo que no soy yo,
que soy otro cuando te miro.
Y ese que no soy yo
camina en el mundo sin poderte encontrar
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