Rafael Espino G.
Sin duda alguna el Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución son festividades que no podemos dejar pasar en la indiferencia. Los ciudadanos tenemos una responsabilidad ante la vida de nuestra nación y, por ende, nos exige el rescate de los valores más nobles de nuestra raza y, al mismo tiempo, el fortalecimiento de nuestras raíces.
No olvidamos la situación gravosa y el deterioro que sufrimos en el país. Un escenario que genera temores y desconciertos; una sociedad debilitada por la crisis de legalidad y la endeble moral que daña nuestra cultura. Todos vivimos urgidos de una revisión a fondo, de efectuar un autoanálisis de nuestra propia responsabilidad personal, familiar y social ante las circunstancias históricas que nos toca vivir.
Si deseamos una Patria mejor debemos construirla. Para ello urge el no dejarnos caer en la volubilidad y la indecisión que evitan acatar los desafíos y limitaciones de la nación, así como la apertura al compromiso ciudadano.
Los mexicanos somos un pueblo con historia, con una infinidad de tradiciones y bagaje cultural. Sin embargo el individualismo creciente y la globalización cultural nos amenazan con el olvido de la historia común que compartimos, proponiéndonos un cambio de valores que confunden nuestra propia identidad.
Si queremos una Patria mejor debemos construirla. Tenemos que ofrecer algo para enderezar el rumbo. Juntos y unidos podemos seguir construyendo lo que es de todos.
Evitemos toda clase de actitudes que dañen nuestra propia dignidad humana. Apostemos por el respeto, la comprensión, la unidad y la colaboración solidaria para que alcancemos un justo desarrollo y superación en el bien común.
No olvidamos la situación gravosa y el deterioro que sufrimos en el país. Un escenario que genera temores y desconciertos; una sociedad debilitada por la crisis de legalidad y la endeble moral que daña nuestra cultura. Todos vivimos urgidos de una revisión a fondo, de efectuar un autoanálisis de nuestra propia responsabilidad personal, familiar y social ante las circunstancias históricas que nos toca vivir.
Si deseamos una Patria mejor debemos construirla. Para ello urge el no dejarnos caer en la volubilidad y la indecisión que evitan acatar los desafíos y limitaciones de la nación, así como la apertura al compromiso ciudadano.
Los mexicanos somos un pueblo con historia, con una infinidad de tradiciones y bagaje cultural. Sin embargo el individualismo creciente y la globalización cultural nos amenazan con el olvido de la historia común que compartimos, proponiéndonos un cambio de valores que confunden nuestra propia identidad.
Si queremos una Patria mejor debemos construirla. Tenemos que ofrecer algo para enderezar el rumbo. Juntos y unidos podemos seguir construyendo lo que es de todos.
Evitemos toda clase de actitudes que dañen nuestra propia dignidad humana. Apostemos por el respeto, la comprensión, la unidad y la colaboración solidaria para que alcancemos un justo desarrollo y superación en el bien común.